viernes, 10 de julio de 2009

Igualdad

Esta es la voz de la mujer eterna, la inmortal, la de siempre... y que ha despertado.

Vengo desde el ayer, desde el pasado oscuro y olvidado, con las manos atadas por el tiempo, con la boca sellada desde épocas remotas.
Vengo cargada de dolores antiguos, recogidos por siglos, arrastrando cadenas largas e indestructibles.
Vengo desde la oscuridad, del pozo del olvido, con el silencio a cuestas, con el miedo ancestral que ha corroído mi alma desde el principio de los tiempos.
Vengo de ser esclava por milenios, esclava de maneras diferentes, sometida al deseo de mi raptor en Persia, esclavizada en Grecia bajo el poder romano, convertida en vestal en las tierras de Egipto, ofrecida a los dioses en ritos milenarios, vendida en el desierto o canjeada como una mercancía.
Vengo de ser apedreada por adúltera en las calles de Jerusalén, por una turba de hipócritas, pecadores de todas las especies que clamaban al cielo mi castigo.
He sido mutilada en muchos pueblos, para privar mi cuerpo de placeres y convertida en animal de carga, trabajadora y paridora de la especie. Me han violado sin límite en todos los rincones del planeta sin que cuente mi edad madura o tierna o importe mi color o mi estatura.
Debí servir ayer a los señores, prestarme a sus deseos, entregarme, donarme, destruirme, olvidarme de ser una entre miles. He sido barragana de un señor en Castilla, esposa de un marqués y concubina de un comerciante griego, prostituta en Bombay y en Filipinas y siempre ha sido igual mi tratamiento. De unos y de otros siempre esclava, de unos y de otros dependiente, menor de edad en todos los asuntos, invisible en la historia más lejana y olvidada en la historia más reciente.
Yo no tuve la luz del alfabeto. Durante largos siglos aboné con mis lagrimas la tierra que debí cultivar desde mi infancia.
He recorrido el mundo en millares de vidas que me han sido entregadas una a una.
He conocido a todos los hombres del planeta. Los grandes y pequeños, los bravos y cobardes, los viles, los honestos, los buenos, los terribles, más casi todos llevan la marca de los tiempos. Unos manejan vidas como amos y señores, asfixian, aprisionan y aniquilan; otros dejan almas, comercian con ideas, asustan o seducen, manipulan y oprimen. Yo los conozco a todos, estuve cerca de unos y de otros, sirviendo cada día, recogiendo migajas, bajando la cerviz a cada paso, cumpliendo con mi karma.
He recorrido todos los caminos, he arañado paredes y ensayado silencios, tratando de cumplir con el mandato de ser como ellos quieren, más no lo he conseguido. Jamás se permitió que yo escogiera el rumbo de mi vida. He caminado siempre en una disyuntiva: ser santa o prostituta.
He conocido el odio de los inquisidores que a nombre de la santa madre iglesia condenaron mi cuerpo a su servicio y a las infames llamas de la hoguera. Me han llamado de múltiples maneras: bruja, loca, adivina, pervertida, aliada de satán, esclava de la carne, seductora, ninfómana, culpable de los males de la tierra… pero seguí viviendo, arando, cosechando, cosiendo, construyendo, cocinando, tejiendo, curando, protegiendo, pariendo, criando, amamantando, cuidando y sobre todo amando.
He poblado la tierra de amos y de esclavos, de ricos y mendigos, de genios y de idiotas, pero todos tuvieron el calor de mi vientre, mi sangre y su alimento y se llevaron un poco de mi vida.
Logré sobrevivir a la conquista brutal y despiadada de España en las tierras de América, pero perdí a mis dioses y mi tierra y mi vientre parió gente mestiza, después que el amo me tomó por la fuerza. Y en este continente mancillado proseguí mi existencia cargada de dolores cotidianos; negra y esclava en medio de la hacienda me vi obligada a recibir al amo cuantas veces quisiera, sin poder expresar ninguna queja.
Después fui costurera, campesina, sirvienta, labradora, madre de muchos hijos miserables, vendedora ambulante, curandera, cuidadora de niños o ancianos, artesana de manos prodigiosas, tejedora, bordadora, obrera, maestra, secretaria, enfermera. Siempre sirviendo a todos, convertida en abeja o sementera, cumpliendo las tareas más ingratas, moldeada como cántaro por las manos ajenas.
Y un día me dolí de mis angustias, un día me cansé de mis trajines, abandoné el desierto y el océano, bajé de la montaña, atravesé las selvas y confines y convertí mi voz dulce y tranquila, en bocina del viento, en grito universal y enloquecido. Y convoqué a la viuda, a la casada, a la mujer del pueblo, a la soltera, a la madre, a la fea, a la recién parida, a la violada, a la triste, a la callada, a la hermosa, a la pobre, a la afligida, a la ignorante, a la fiel, a la engañada, a la prostituta...
Vinieron miles de mujeres juntas a escuchar mis arengas, se habló de los dolores milenarios, de las largas cadenas que los siglos nos cargaron a cuestas y formamos con todas nuestras quejas un caudaloso río que empezó a recorrer el universo, ahogando la injusticia y el olvido. El mundo se quedó paralizado y los hombres y mujeres no caminaron. Se pararon las máquinas, los tornos, los grandes edificios y las fábricas, ministerios y hoteles, talleres y oficinas, hospitales y tiendas, hogares y cocinas. Las mujeres, por fin, lo descubrimos
¡Somos tan poderosas como ellos y somos muchas más sobre la tierra! ¡Más que el silencio y más que el sufrimiento! ¡Más que la infamia y más que la miseria!
Que este canto resuene en las lejanas tierras de Indochina, en las arenas cálidas de África, en Alaska y América Latina, en oriente y occidente, en el mundo entero, llamando a la igualdad entre los géneros, a construir un mundo solidario -distinto, horizontal, sin poderíos- a conjugar la ternura, paz y vida, a beber de la ciencia sin distingos. A derrotar el odio y los prejuicios, el poder de unos pocos, las mezquinas fronteras, a amasar con las manos de ambos sexos el pan de la existencia.

--Anónimo--

6 comentarios:

Klo Almeida dijo...

Y descubrimos que dar amor, era entrar en contacto con nuestra fuerza, y encontramos que somos Diosas, Reinas, Dueñas y Supremas; y nos vamos levantando limpiando nuestra desendencia de los dolores y los abusos, poniendo la semilla de que en realidad es de la esencia de mujer la que mejor perfuma el planeta. ( me salio del corazon) Gracias Paty por recordarmelo.

Anónimo dijo...

Mario Benedetti fué muy criticado con está poesìa por ateo y blasfemo.... pero a mi me encantó.

¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.

Besos. Amira

Patricia dijo...

Claudia: Una vez más digo que lo que sale del corazón es como poesía. Gracias por estar aquí.
Besos,
Patricia

Patricia dijo...

Amira:
También a mí me encanta ese poema de Benedetti y si, sonaba (¿suena?) a blasfemia, sin embargo, las mujeres estamos despertando en masa (o moloch) y descubriendo que Dios... tambien, sí, también es mujer.
Besos,
Patricia

Anónimo dijo...

Raúl Salinas. QUÉ ocurrente ésta amirita, ´se nota que tenía ganas de escribir. Este escrito es muy profundo para mí. Se me sobrecalienta el cerebro, pero ahí voy aprendiendo.

Patricia dijo...

jajajaja Raúl Salinas, has logrado que me carcajee. Gracias por estar aquí.
Besos.