-expresó la amiga-.
Parece ser inevitable que los hijos, en algun momento o en muchos, nos saquen canas y si nos va bien, serán de esas bellas, gris/plateado que tan sofisticadas se ven y hablan de nuestra experiencia de vida y nuestro suave y sosegado acceso a la sabiduría; por lo general son gris deslavado, llenas de tristeza, o verdes, matizadas de disgusto y rebeldía. Es que los queremos tanto, que deseamos aprovecharan nuestra experiencia, que aprendieran de nuestros golpes y errores, que usaran nuestro aprendizaje para que su caminar sea más suave y fluido y ellos, necios, se empeñan en vivir sus propias experiencias ¡pareciera que disfrutan sus propios golpes! y que están empeñados en cometer sus propios errores...
Hasta hoy, es ley de vida que cada quien aprenda en sí mismo.
Como madres, nos cuesta mucho -pero es bueno- hacerse a un lado y permitirles vivir la consecuencia de sus acciones y decisiones. Es el mayor regalo que podemos hacerles: Confiar en que les hemos dado las herramientas suficientes y dejar que aprendan a usarlas. De cualquier forma, seguiremos estando ahí, como red de seguridad, para que sus caidas sean "en blandito".
A mi amiga: Te acompaño con comprensión y si quieres ¡también te acompaño a comprar la pintura para el pelo!